Las Leonas abrieron el camino y los clubes argentinos están en medio de una revolución. Muchos de ellos tienen hasta lista de espera para satisfacer la demanda
Durante la primera parte de los años ‘80, Ferro Carril Oeste fue uno de los clubes más importantes del país. Probablemente, lo que más rápidamente venga a la memoria del futbolero será el equipo dirigido por Carlos Timoteo Griguol, de cuya mano llegó, en 1982, el primer título oficial de la institución de Caballito. En realidad, el primer gran impacto de aquella gestión se dio un año antes, cuando repitió el segundo puesto en el Metropolitano, ganado por el Boca de Maradona, y en el Nacional, ganado por el River de Kempes. Ferro no ganó ningún título pero sumó más puntos que los dos campeones de la temporada. Acumuló 78 unidades contra 71 de Boca y 67 de River.
A la par del crecimiento de aquel equipo, Ferro era líder doméstico en básquet, voleibol, hándbol, tenis, béisbol, gimnasia, atletismo y un montón de actividades. Era, sin discusión, el multicampeón de nuestro deporte. Tanto como para que Santiago Leyden, presidente de entonces y dirigente icónico de la entidad, se ufanara aclarando que “Ferro no es un club de fútbol. Es un club con fútbol”. Entre orgulloso y perplejo, aseguraba que “tenemos muchos más socios que los que entrarían en las tribunas de nuestro estadio. Sin embargo, nos cuesta llenarlo. A diferencia de lo que pasa con el resto del club, que siempre está repleto”.
Como tantos otros clubes de nuestro país –especialmente en esa región descubierta en pandemia llamaba AMBA-, a Ferro le tocó también las de la ley y, aun con el enorme esfuerzo de su buena gente, le cuesta recuperar el brillo ajado entre un país que convirtió en un artículo suntuario una cuota social y, oh casualidad, los desatinos económicos provocados por el bendito fútbol profesional.
Aun sin ignorar que la pequeña historia que les acabo de contar parece tener mucho más en el debe que en el haber, hay cosas que pasan que nos permite insistir con que el deporte en general y los clubes en particular siguen siendo un espacio de esperanza. En cada uno de ellos encontramos un mensaje sanador entre tanta miseria de campaña proselitista. Campaña en la que, valga recordarlo, se habla de un montón de cosas; nunca del deporte.
Ferro es uno de los muchos clubes “de fútbol” que han encontrado en el hockey sobre césped un fenómeno indisimulable: desde que explotaron las Leonas en Sidney 2000, y en no menor medida alrededor de la figura inconmensurable de Luciana Aymar, el crecimiento de este deporte no solo determinó que sea la actividad, por lejos, más popular entre nuestras chicas, sino que se constituyó en un asunto difícil de comparar en el resto del mundo. Incluyendo el crecimiento exponencial y casi incalculable de la instalación de canchas por todo el país, incluyendo lugares donde ni siquiera sabíamos que existían los clubes.
Para justificar este fenómeno, les comparto unos números de ayer mismo. Según las estadísticas de la Asociación Amateur de Hockey de Buenos Aires, en novena división –la categoría de menor edad con esquema convencional de competencia, ya que muchas niñas arrancan aun desde más temprano pero en modo formativo- compiten alrededor de 300 equipos. Solo en una categoría. Solo en CABA, Conurbano y ciudades aledañas.
Muchos de estos clubes, los de mayor historia en el deporte, tienen hasta lista de espera para satisfacer una demanda; avisan que, entre capacidad logística y material humano, solo pueden abastecer un máximo de 100 jugadoras. Extraordinario.
Otros clubes tienen entre cuatro y seis líneas de competencia. Y en esto de tener equipos A, B, C, D, E y formativa no figuran solo nombres como San Fernando, Belgrano, SIC o St.Catherines. Camioneros, Municipalidad de Lomas de Zamora o Universidad de La Matanza también tiene más de un equipo inscripto por categoría.
Algo más. Con mayor o menor trayectoria, abundan en estos torneos entidades afiliadas a la AFA. A los mencionados Ferro hay que sumarle, en novena categoría, a Quilmes, River, San Lorenzo, Velez, Tristán Suárez, Banfield, Lanús, Berazategui, Laferrere, Estudiantes y Gimnasia y Esgrima La Plata, Huracán, Racing, Independiente, Temperley, Almirante Brown, Nueva Chicago, Comunicaciones, Platense y San Telmo. Seguramente se me habrá escapado alguno. Será un placer recibir el mensaje que me ponga en alerta al respecto.
Y si por esas cosas de la popularidad a alguien le llamase la atención que no figure ni más ni menos que Boca en esta nómina, pronto el déficit será subsanado.
Ayer mismo inauguró su primera cancha de hockey, a pocos metros de la Bombonera. Participaron de la fiesta Leonas y Leones de la actualidad y, por supuesto, las autotituladas Leonas Vintage, indudable fuente de inspiración de este fenómeno que no se detiene. Símbolo, líder y goleadora de los equipos subcampeones olímpicos en Sidney 2000 y campeón mundial en Perth 2002, Vanina Oneto confesó haber pasado varias noches de las últimas sin dormir pensando en la fiesta de este sábado.
Con casi 5000 personas en las tribunas y alrededor del campo de juego, seguramente la histórica jugadora de San Fernando habrá sentido que su rol de manager y coordinadora del hockey boquense tuvo un hermoso bautismo.
Sobresale lo de Boca casi como una reivindicación histórica. Esto que pasó ayer debería haber sucedido, allí mismo, mucho tiempo atrás, en tanto uno dimensione el valor que tiene una actividad tan popular en un club tan popular para gran cantidad de chicas de una de las zonas más necesitadas de este tipo de estímulo en toda la ciudad. Bienvenido que haya sucedido ahora.
Cuentan que, apenas se conoció la noticia, los llamados para averiguar cuándo y cómo empezar se multiplicaron muy por encima de la expectativa. Dicen que se cuentan por cientos; más de mil quinientos.
Finalmente, un mensaje inspirador que perdura. El de Las Leonas, aquellas, éstas y las de mañana, que logran que miles de chicas sueñen ya no solo con llegar alguna vez a ser una más de ellas sino, fundamentalmente, con jugar por jugar.
Con sentir pertenencia por un deporte, un club o una camiseta. Tres intrusos que jamás las van a defraudar. Fuente: Infobae
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